Los bebés vienen al mundo con un cerebro por hacer, incapaces
de huir del peligro, funcionalmente ciegos a las amenazas, y con
grandes dificultades para comprender y hacerse entender. No van
a poder sobrevivir, salvo que dispongan de protección durante las
etapas más vulnerables de su crecimiento, y de alguna guía para el
desarrollo de sus redes neurales durante las tres décadas que su
cerebro tarda en conformarlas.
La naturaleza ha resuelto ambos problemas procurando que los
cerebros ya formados de los adultos proporcionen al mismo tiempo
protección y una guía para el neurodesarrollo. La relación de
apego, esa conexión especial y estable entre las crías humanas y
los adultos de su misma especie, genera interacciones que moldean
el desarrollo cerebral durante la infancia y la adolescencia.
En esa relación está el fundamento de un neurodesarrollo saludable
y, por tanto, de la salud física y mental durante la vida adulta;
pero cuando los niños y adolescentes sufren malos tratos o abandono,
el crecimiento de las redes neurales sigue una trayectoria
anómala, con graves consecuencias para su salud a lo largo de
toda la vida.
Este libro intenta mostrar de qué forma la relación de apego moldea
el cerebro del niño y el adolescente; la clase de interacciones
que pueden dañar su desarrollo y las que, por el contrario, sentarán
las bases de un sistema nervioso resiliente.