Un hombre y un ángel ante el espejo. Nada tan distinto. Al contemplarse en él, la realidad humana se evapora, mientras que la celeste proyecta su belleza angélica, pero renovada y grávida de sentido.
Sólo el amor tiene la capacidad de emparentar a los humanos con los ángeles. En esta tierra, los breves instantes que procura el amor conducen a los amantes ante las puertas de la plenitud del ser, donde los opuestos se reconcilian. En este territorio milagroso, la angustia ha perdido todo dominio, la vida y la muerte caminan de la mano y ninguna frontera es ya capaz de separar lo visible y lo invisible.