Los finales felices son para los valientes.
Así quería ser yo: anónima. Oculta, pero presente.
La vida está llena de etapas, algunas preciosas e inolvidables, otras
más difíciles y complicadas, lo importante es saber cuándo hay que
cerrar cada una de ellas.
La madurez no nos avisó. Apareció de repente con la enfermedad de
Lucía, que superamos como siempre lo habíamos hecho, estando
unidas. Aparentemente, Laux, Sara, Lucía y yo éramos las mismas
cuatro amigas inseparables, pero las circunstancias de la vida no nos
lo estaban poniendo fácil. La desilusión por un sueño que se escapa
entre las manos, ocultarle la verdad a quien amas, tener que decidir
entre tu pareja o ser madre hizo que nos diésemos cuenta de lo mucho
que habíamos cambiado.
Seguíamos llenas de veranos y atardeceres, de risas y llantos, plenas
de amistad incondicional y de luz, pero también de decisiones difíciles
de tomar, diferentes, ineludibles a nuestra edad.
Entre ellas, la más importante para mí no dejaba de repetirse en mi
cabeza: ¿Quería ser yo la Vecina Rubia? ¿Podría sostener el peso del
anonimato siendo ella?