Nunca se preparó un plan cohesionado y general para la defensa de Berlín. Todo lo que existía era la obstinada determinación de Hitler de defender la capital del Reich. Las circunstancias fueron tales que no pensó en la defensa de la ciudad hasta que fue demasiado tarde para cualquier tipo de planificación anticipada. Como resultado, la defensa de la ciudad estuvo marcada por una serie de improvisaciones. Estas revelaron un estado de total confusión en el que la presión del enemigo, el caos organizativo en el lado alemán y la catastrófica escasez de recursos humanos y materiales para la defensa se combinaron con un efecto desastroso.