Por un lado, están Giacomo, Enzo y Filippo, quienes, para mitigar el calor de julio, huyen de la ciudad a esos pueblecitos de la costa del Tirreno donde los romanos tienen sus segundas residencias. Por otro, está Biba, que esa noche no está con ellos. Los cuatro son amigos desde el instituto, amigos incondicionales entre los que a veces se confunde la amistad con el deseo. En la mente de Biba los tres jóvenes son una especie de ente amistoso al que denomina GEF, «una segunda familia de hombres desnortados y titubeantes con los que se ha criado».
Por un lado, está la vida adulta de estos cuatro personajes en la treintena: las aspiraciones, las estrategias de supervivencia, la medida de lo posible. Por otro, el segundo gobierno de Berlusconi y la cumbre del G8 ese 20 de julio de 2001, en el que los miles de jóvenes de los movimientos antiglobalización que se concentraron en Génova fueron neutralizados por las fuerzas del orden con una ferocidad desconocida hasta el momento cuyo resultado fue un muerto. Y, luego, siempre, están el verano y el mar; la playa, único lugar dedicado por completo a la felicidad.
Francesco Pecoraro pone a convivir todos estos elementos en una maquinaria narrativa perfecta que muestra, una vez más, su admirable capacidad para leer un mundo en situación de colapso. Una escritura elegante y lucidísima en la que se agita una tensión inagotable por comprender, observar la indolencia consustancial a algunos fenómenos contemporáneos y cuestionar, con literatura de altísima graduación, la realidad.