Su carácter era sencillo y amable, pero al mismo tiempo fuerte y decidido. Todo ello junto con su profunda vida interior, conjugaron una sólida y fiel colaboración para llevar a término la voluntad de Dios junto con el Fundador del Opus Dei. Además de su trabajo junto a San Josemaría, fue una de las personas que más participó en el Concilio Vaticano II.