Mina extendió sus brazos hacia el cielo infinito y miró hacia sus alrededores: el amanecer teñía de infinito el paraíso natural de montes, valles y montañas que la rodeaba. No era cualquier día: por primera vez le encomendaban el cuidado de las ovejas. Ya no era una niña, ya podía hacerse cargo de las responsabilidades propias de una persona mayor.
El cosquilleo de un río en la distancia la transporta hasta un mundo de dulces sueños, que prontamente se convierten en pesadillas por la aparición de una amenazante figura en la soledad del valle. Mina descubrirá muy pronto que convertirse en una mujer adulta conlleva muchos más desafíos de los que hubiese podido imaginar.