A pesar de hacerlo desde orientaciones divergentes, cada uno de estos pensadores impugnó la capacidad de un yo que, examinando su propia conciencia, pudiera representar estados mentales a través de la palabra y el símbolo. Con la renuncia de aquel modelo de mente que establecía una división entre sujeto y objeto, estos autores derrocaron la representación freudiana del ego hasta retratarla como la expresión de vanidad de una autoconciencia engañosa y de una metafísica errada.