Estamos ante una historia de historias que revelan toda su potencialidad de dos formas. En primer lugar, como fuente de creatividad, pues los grandes relatos nos construyen por dentro, erigiendo una riqueza íntima que suscita innumerables beneficios. En segundo lugar, como ataráxico manantial de sosiego.
La belleza es un trampolín de trascendencia. Dispone de él tanto el artista como quien se solaza en su obra. Al trascender cedemos gozosamente ante un poder que se nos impone. Percibimos o atisbamos una grandeza indecible y nos entregamos en un plano que no es biológico, ni social, ni afectivo, en un nivel que tiene sus propias hechuras y reglas
Esta obra es un canto a la belleza, y está destinada a mejorar a quien se sumerja en sus páginas, abarrotadas de letra, color, melodía y celuloide.