Al beato Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo de Guzmán, en una ocasión le
preguntaron en qué consistía la vida dominicana. Su respuesta en el siglo XIII todavía
sigue siendo válida para nosotros hoy. Consiste ?respondió fray Jordán- en tres cosas:
vivir honestamente, estudiar y enseñar.
Las reflexiones de este libro parten de la convicción de que en la forma de vida
configurada por Jesús de Nazaret y su Evangelio podemos encontrar huellas de una
sabiduría que nos enseñe a vivir con calidad y dignidad lo humano y a crecer en este
proceso. Particularmente se rastrearán algunas de estas huellas en el estilo de la vida
religiosa, más en concreto en la tradición de la familia dominicana. Estos rasgos se
convierten en aportaciones para la configuración de una nueva cultura. Entre ellos se
destaca: la búsqueda de sabiduría, la hospitalidad, la integración de la soledad y la
compañía amistosa, la espiritualidad ecológica y el servicio educativo como
dignificación de lo humano.
La sabiduría que seduce y provoca tiene que ver con los valores: es una sabiduría
axiológica. No se trata de meros conocimientos sino de la calidad de una vida que
rezuma una especial lucidez para guiarse y orientarse. La sabiduría nos proporciona
luz y cobijo: a la vez que nos ilumina el horizonte de sentido, enciende el fuego de la
proximidad de una comunidad y una tradición, es decir, ofrece el calor del hogar que
acoge. Por mucho que nos esforcemos, los humanos sólo podemos seguir los pasos de
la sabiduría si ésta nos sale al encuentro y nos seduce. La seducción tiene la forma de
la llamada, de la herida y de la bendición que en algunos momentos vislumbramos
como iluminación y, al mismo tiempo, como impulso a seguir profundizando en su
búsqueda.