Sí, todos queremos dejar un buen recuerdo. Me gustaría que me
recordaran como un buen padre, como un buen hijo, como amigo
de mis amigos, como buen compañero de vida
. Todo esto le
responden a Ainhoa Videgain (psico-oncóloga y admirada amiga)
cuando les pregunta, digna y respetuosamente, a las personas a
las que acompaña en sus últimos días de vida: ¿Cómo te gustaría
que te recordaran?. Sí, los seres humanos aspiramos a la bondad.
Entonces
¿En qué momento lo olvidamos? ¿En qué momento
dejamos de ejercer esa bondad que nos hace más felices a nosotros
mismos y a los demás?
La ciencia, necesariamente más lenta de lo que nos gustaría, y la
intuición, afortunadamente cada día más valorada, se han unido
por fin y suman hallazgos contundentes y conclusiones esperanzadoras
en el tema que nos ocupa: la bondad. Una bondad práctica
y radical. Una bondad que nos cambia a nosotros y cambia
el mundo. A mejor.
Podemos, si así lo decidimos, lo hacemos y lo entrenamos, recuperar
esa capacidad, esa cualidad, esa inclinación, esa habilidad
para dar lo mejor de nosotros, para hacer el bien y hacernos el
bien. En la teoría y en la práctica. En los días luminosos y en las
noches oscuras. Con la intención y con la acción. En cuerpo y
alma. Con ciencia y con conciencia.