Effetá se inscribe conscientemente en el género del
auto sacramental, relegado como especie teatral
menor desde 1765, año en que fue prohibido por
Carlos III. A partir de la alegoría, Effetá proyecta
la eterna disyuntiva del hombre, puesto entre Dios
y el pecado, con un lenguaje fresco y actual, y con
una ambientación provocadora y descaradamente
contemporánea. Personajes como Abel o Jacob alternan
con otros puramente alegóricos como la Lujuria
o la Desesperanza, en un marco ora bíblico, ora
informático, pero en todo momento encaminado a
exaltar el misterio eucarístico. En resumen, una catequesis
dirigida al hombre moderno, necesitado
como nunca de que Cristo le introduzca los dedos
en los oídos, lo mire cara a cara y le grite: ¡Effetá!