A la luz de la Escritura y de la tradición, especialmente del
Concilio Vaticano II, el libro resume la teología católica de
la historia con tres adjetivos: cristocéntrica, dramática y
positiva. La dimensión «cristológica» expresa el papel,
central y definitivo, del acontecimiento de Cristo,
revelador de Dios y del hombre, del sentido de la vida y de
la esperanza más alta. La historia es «dramática» porque
refleja el pecado humano y la alternancia entre progreso y
retroceso moral; pero también en el sentido más radical
de una interpenetración entre el reino y el mundo, y de un
entrelazamiento entre el compromiso con el mundo y la
espera escatológica. Por último, el carácter «positivo» del
devenir histórico depende del hecho de que todo el
tiempo cristiano tiende a la edificación «del cuerpo de
Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en
el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la
medida de Cristo en su ple-nitud» (Ef 4,12-13) (De la
«Presentación» de Javier M.ª Prades).