Algar de las Peñas es un trocito de esa España vacía que se resiste a morir. Aunque no crece, de vez en cuando aparece un vecino nuevo que busca un espacio hecho a la medida del ser humano. Quizá algún día se quede deshabitado, pero las historias que han acontecido entre sus muros y calles ya forman parte de la vida de lo eterno.
A este pueblo llega el padre Bosco , nacido en 1958 en un barrio de la periferia de Madrid. Alto, corpulento y con el pelo blanco, no ha olvidado sus orígenes humildes, e intenta seguir las directrices del papa Francisco, cultivando la cercanía, la sencillez y la ternura. De joven fue conflictivo e inconformista. Se hizo cura en la época en que el espíritu del Concilio Vaticano II predominaba en la Iglesia católica. Piensa que su deber es oler a oveja y cuidar de esas periferias similares al barrio deprimido donde creció y vio cómo se malograban muchas vidas por culpa de las drogas y la violencia.