La educación ha suscitado siempre un gran interés, tanto teórico como práctico, desde los iniciosde la cultura. De ella depende la transmisión y supervivencia de cada civilización. Pero acaso enla actualidad ese interés sea, o debiera ser, máximo. Los veloces cambios sociales y morales,inéditos en la historia, suponen sin duda un desafío para la educación.Tal celeridad a menudo atropella el tempo que toda asimilación educativa requiere; einevitablemente dirige la mirada casi sólo hacia el futuro, con lo que la forma hacia la que sequiere guiar (educare) o que se pretende extraer (educere) no se la quiere tomar del pasado, ycuando es forjada en cada presente apenas nace ya muerta. El resultado evidente es laabundancia de medios o métodos educativos para sobrevivir y manejarse en un mundo fluido y, encambio, una más o menos consciente pobreza de fines auténticamente tales.