Cuando la vida empieza a agotarse es importante sacar
a la luz los valores humanos, espirituales y religiosos que
nos permiten vivir en plenitud el último viaje, del tiempo a
la eternidad.
Y en este recorrido, la tarea de quien ayuda es más
ser fármacos que administrar fármacos. Su misión es
acoger y dar valor a los mapas interiores del que está a
punto de despedirse de la vida y de abrirse al misterio del
futuro.