Lo que los campesinos denominaban mir y la intelligentsia rebautizó obshchina hace referencia a la forma particular que en Rusia adoptó la organización comunal campesina, compuesta por un número determinado de hogares organizados en una asamblea presidida por el starosta (el anciano). Desde ella se gestionaban numerosos asuntos: la asistencia de ancianos, discapacitados y pobres, la concesión de permisos de salida temporal de sus miembros, la preservación de las costumbres o la impartición de justicia en los casos de faltas leves.
Y, por supuesto, todo lo referente a la organización de la producción agrícola y de los aprovechamientos colectivos. El asunto más novedoso era la posesión colectiva de la tierra y la costumbre de repartir entre los hogares las tierras de labor siguiendo criterios de equidad y suficiencia. A su vez se repartían las cargas que cada hogar debía asumir, con la particularidad de que la comuna, como institución, asumía colectivamente la responsabilidad del pago. Una aparente condición democrática que alimentaba el imaginario de la intelligentsia eslavófila, que la con