Genuina y sencilla, valiente y honesta, Abigail Thomas siempre escribe sobre el día a día, sobre las pequeñas alegrías que nos alivian y custodian en los grandes dramas, sobre su manera de aceptar y resistir a toda la belleza y tristeza que la vida le ha dado. En este nuevo, certero y bellísimo libro de memorias, captura la esencia misma de una amistad duradera, la complejidad de la relación entre madre e hija y la pureza del amor por los perros. Capítulos breves, casi como planos de una prodigiosa película, que juntos hilvanan toda la riqueza de la existencia. Apenas nada y, sin embargo, absolutamente todo.
Abigail y Chuck han sido mejores amigos durante treinta y cinco años: confidentes, son el principal testigo y apoyo del otro, a la vez que la persona que siempre consigue hacerte reír. Se han acompañado en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en las muertes y en los divorcios. Y, de pronto, o mejor, de golpe, como una rotunda y sonora bofetada, algo sucede que está a punto de destrozar su relación: «No podía haber sido la hija de nadie más», le dijo Chuck
a Abigail. Se había enamorado de Catherine, la menor de los hijos de la autora. Catherine perdió su trabajo, Chuck perdió a su esposa y, durante un tiempo, Abigail perdió a su amigo más cercano.
Entre tanto, todo sigue su curso
Catherine enferma, Abigail envejece. ¿Y qué sucede después? ¿Cómo afronta una madre la grave enfermedad de su hija? ¿O la muerte de un perro querido? ¿Cómo aceptarlo y dónde encontrar consuelo? ¿Y placer? ¿O, incluso, felicidad? La brillantez de la escritura de Thomas radica en que busca esa felicidad y la encuentra, y en que cada palabra, frase o secuencia se afina para ofrecernos una prosa hermosa que se convierte en una guía memorable para aprender a vivir de manera imperfecta y exuberante.